Mi mayor miedo (The Four Of Us)
No suele hacer viento nunca en Adom. Todos los días me da por escribir pensando en todas las aventuras vividas en época de guerra y las calmas prestadas en tiempos pacíficos... paz que solamente existe en el exterior, ya que mi guerra sigue por dentro.
Esto lleva un tiempo dentro de mi cabeza e intenté razonarlo con "La Vieja Guardia", pero era incomprensible de inicio y difícil de razonar tiempo después.
Disculpad mi osadía. Primero os presento a aquellos por los que nunca daría la espalda. Somos 4 como los puntos más marcados por la flor de los vientos, como las esquinas del cuadrado que buscan la cuadratura del círculo que es nuestra amistad. Da igual que las batallas sean por tierra mar o aire... sin ellos luchar carece de sentido.
Empecemos por el corazón más puro. Él es Eskol, el hombre considerado "Gigante" o "Bestia" entre sus iguales, era el el más fuerte físicamente ya la vez el más sensible de nosotros y posiblemente por eso empatizamos tanto. Su cota de malla, su casco y su alabarda son respetadas entre nosotros y temidas entre nuestros enemigos... su aspecto para los demás difiere mucho de lo que significa para nosotros. Fiel y aguerrido, como los dioses en los que cree, a la vez que paciente y conciliador en las guerras que luchamos en nuestro interior.
Siem es el bardo que convierte el día más tormentoso en un día en el que el sol ilumina allí por donde vayas. Siempre tendrá una canción, un consejo y la mejor de sus sonrisas aunque la desgracia le asole en ese mismo momento. Es capaz de llenar un teatro pensando en los niños de la ciudadela y brillar encima del escenario. Capaz de transmitir con un pequeño gesto lo que yo deseo a través de la letras, pero capaz de motivarnos aunque su vida dependa de ello. Motivador en batalla, pero también a cada paso que da.
Ziyad es el pillo que todos deseamos ser en algún momento de nuestra vida. El maestro del sarcasmo y el que tiene claro cuál es la solución más rápida para cada momento de la batalla. Bromista como pocos, mordaz, inteligente... Pero cordial y elegante con aquel que lo merece. No me equivocaría en decir que es el más carismático del grupo y que si los cuatro nos dirigimos a alguna taberna es al que más pararán por el camino. Se conocen sus gestas y es conocido en todo el reino de Xoceb gracias a los juglares por su picaresca forma de salir hacia adelante.
De mí poco hay que decir. Mi nombre es Maro y me dedico a ensuciar pergaminos con las ideas que pasan por mi cabeza, aunque sé que si mis demonios me susurran, sus oídos y sus palabras están de mi lado. Dejé de ser bufón para ser sacerdote... pero dejé de creer y mi camino parece más firme. Mi vida como bufón me ha enseñado a sonreír cuando quien me rodea no me importa y abrirme a aquellos que lo merecen. Lucho por mis propias metas, aunque no consiga todos mis objetivos.
Dada la presentación, os pongo en situación.
En la conversación más intensa, una de las pocas noches en vela hablando de descendencia, vi que cada uno tiene una rama que les acerca al sol, un alma que siga su mismo sendero... mientras que yo sigo estancado en un bucle que me da qué pensar.
No es algo que necesite de forma vital, pero es algo que puse en mi camino como pauta para ser un ser completo... para ser parte de un todo que siempre deseé. Dos pequeñas guerreras y un terremoto que comparten el tiempo con sus padres como si fuera la única vez en la vida. Esa ilusión en la mirada, ese "espero que volváis pronto", esas miradas cómplices... Es envidia, pero muy sana. No saben la alegría que me da volver de cada batalla y que esas caritas los reciban como los héroes que son y saber que el camino que deben seguir en un futuro es marcado por esos pasos que han dado en cada senda que el destino les ha puesto delante. Ahora me gustaría hablar de luz, de diamantes o de remolinos... pero esos detalles los dejaré para más adelante.
Ser el Tío Maro está bien... pero ese estancamiento hace que mi bestia interior me coma por dentro... y siempre duele.
Posiblemente mi mayor miedo es a algo tan simple y vacío como la soledad cuando llego a casa.
Esto lleva un tiempo dentro de mi cabeza e intenté razonarlo con "La Vieja Guardia", pero era incomprensible de inicio y difícil de razonar tiempo después.
Disculpad mi osadía. Primero os presento a aquellos por los que nunca daría la espalda. Somos 4 como los puntos más marcados por la flor de los vientos, como las esquinas del cuadrado que buscan la cuadratura del círculo que es nuestra amistad. Da igual que las batallas sean por tierra mar o aire... sin ellos luchar carece de sentido.
Empecemos por el corazón más puro. Él es Eskol, el hombre considerado "Gigante" o "Bestia" entre sus iguales, era el el más fuerte físicamente ya la vez el más sensible de nosotros y posiblemente por eso empatizamos tanto. Su cota de malla, su casco y su alabarda son respetadas entre nosotros y temidas entre nuestros enemigos... su aspecto para los demás difiere mucho de lo que significa para nosotros. Fiel y aguerrido, como los dioses en los que cree, a la vez que paciente y conciliador en las guerras que luchamos en nuestro interior.
Siem es el bardo que convierte el día más tormentoso en un día en el que el sol ilumina allí por donde vayas. Siempre tendrá una canción, un consejo y la mejor de sus sonrisas aunque la desgracia le asole en ese mismo momento. Es capaz de llenar un teatro pensando en los niños de la ciudadela y brillar encima del escenario. Capaz de transmitir con un pequeño gesto lo que yo deseo a través de la letras, pero capaz de motivarnos aunque su vida dependa de ello. Motivador en batalla, pero también a cada paso que da.
Ziyad es el pillo que todos deseamos ser en algún momento de nuestra vida. El maestro del sarcasmo y el que tiene claro cuál es la solución más rápida para cada momento de la batalla. Bromista como pocos, mordaz, inteligente... Pero cordial y elegante con aquel que lo merece. No me equivocaría en decir que es el más carismático del grupo y que si los cuatro nos dirigimos a alguna taberna es al que más pararán por el camino. Se conocen sus gestas y es conocido en todo el reino de Xoceb gracias a los juglares por su picaresca forma de salir hacia adelante.
De mí poco hay que decir. Mi nombre es Maro y me dedico a ensuciar pergaminos con las ideas que pasan por mi cabeza, aunque sé que si mis demonios me susurran, sus oídos y sus palabras están de mi lado. Dejé de ser bufón para ser sacerdote... pero dejé de creer y mi camino parece más firme. Mi vida como bufón me ha enseñado a sonreír cuando quien me rodea no me importa y abrirme a aquellos que lo merecen. Lucho por mis propias metas, aunque no consiga todos mis objetivos.
Dada la presentación, os pongo en situación.
En la conversación más intensa, una de las pocas noches en vela hablando de descendencia, vi que cada uno tiene una rama que les acerca al sol, un alma que siga su mismo sendero... mientras que yo sigo estancado en un bucle que me da qué pensar.
No es algo que necesite de forma vital, pero es algo que puse en mi camino como pauta para ser un ser completo... para ser parte de un todo que siempre deseé. Dos pequeñas guerreras y un terremoto que comparten el tiempo con sus padres como si fuera la única vez en la vida. Esa ilusión en la mirada, ese "espero que volváis pronto", esas miradas cómplices... Es envidia, pero muy sana. No saben la alegría que me da volver de cada batalla y que esas caritas los reciban como los héroes que son y saber que el camino que deben seguir en un futuro es marcado por esos pasos que han dado en cada senda que el destino les ha puesto delante. Ahora me gustaría hablar de luz, de diamantes o de remolinos... pero esos detalles los dejaré para más adelante.
Ser el Tío Maro está bien... pero ese estancamiento hace que mi bestia interior me coma por dentro... y siempre duele.
Posiblemente mi mayor miedo es a algo tan simple y vacío como la soledad cuando llego a casa.
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