"Tienes que ser La Bestia..."
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Irónico cuanto menos que un buen día interrumpa tu clase el
Jefe de Estudios de tu colegio con esta frase para “pedirte” (entrecomillado, pues lo
considero un sarcasmo, por supuesto, pues demasiado bien sé qué forma tienen
las órdenes encubiertas) que, en menos de mes y medio, te prepares un papel en
una obra de teatro para el colegio… pero la historia empezó mucho antes…
Se podría decir que empezó a principio de curso, el día en que el compañero que se encarga de
las clases de teatro en el colegio me comentó que había pensado hacer “La Bella
y la Bestia” y que pensaba que podría ser un papel perfecto para mí… Obviamente,
no se refería a hacer de La Bella... sólo tendría que dedicarle unas cuantas
tardes a preparar el papel…
Prepararme el papel de La Bestia… yo… que llevo 30 años con
este físico y esta cara… que he estudiado la licantropía durante décadas, que
me considero fiel seguidor del trabajo de mi idolatrado Jacinto Molina / Paul
Naschy, que me hice fan incondicional de Ron Perlman desde que lo viera en TeleMadrid
en la serie homónima y su personaje, Vincent, me dejara marcado de por vida,
que tengo memorizada el “I would do anything for love” de Meat Loaf desde que
viera por primera vez el videoclip… que llevo encerrado en mi “Castillo” más de
media vida...
Pero claro… Después de dos años tratando de salir de un
agujero en el que me había metido yo sólo, lo último que me apetecía era volver
a charlar con el “Monstruo” que llevo dentro y dejarlo salir a pasear, y mucho
menos en el escenario… así que aproveché la baza de la incompatibilidad horaria
(soy el encargado una de las rutas del colegio, lo cual me impide quedarme por
las tardes, y ninguna de las compañeras a las que pregunté (tampoco tantas) le
venía bien hacer la ruta los días de ensayo), y le di las gracias a mi
compañero por pensar en mí para el papel con la mejor de mis “sonrisas”…
… si, sonrisas entrecomilladas, porque me sigue sacando de mis
casillas que para lo único que se acuerden de mí sea por mi físico… Que no se
valoraran ninguna de las ideas que en su día puse encima de la mesa del Jefe de
Estudios, y que al cabo de cinco años algún compañero las presente como “novedosas”…
que sólo se acuerden del “caballo” (haciendo referencia a “Animal Farm” de
George Orwell) cuando hay que hacer trabajos pesados o en altura , y que sólo
se reconozca mi excentricidad, mi parte Friki, pero no en la equiparación moderna
del término como “geek”, o como “gamer”, o incluso como “nerd”… sino como el
término Freak del siglo XVII, presentado en la plaza de algún pueblo junto con
la mujer barbuda y los hermanos siameses… un monstruo…
Y mi trabajo en el colegio siguió por los senderos normales,
hasta que recibí la visita del Jefe de Estudios… Estaban dispuestos a hacer
cualquier cosa con tal de que yo estuviera en la obra de teatro… Y ese “cualquier
cosa” significaba que, para que yo actuara, alguna de mis compañeras vería
drásticamente reconfiguradas al menos dos de sus tardes a la semana, sin
posibilidad de objeción… y, por supuesto, yo sería el encargado de portar las “buenas
noticias” a las posibles candidatas. Tuve la suerte de poder contar con la
ayuda inestimable de una de las pocas personas en el colegio que, además de ser
vecina, entiende a la perfección esta parte “bohemia” de la educación y está
dispuesta a sacrificar su tiempo por ayudar a un grupo de Quijotes a llevar el
proyecto adelante…
Así que finalmente no había excusas ni vías de escape… mes y
medio para conseguir memorizar un libreto de dos actos, para soltar en el
escenario a la parte de mí que he tenido encadenada durante años… Mes y medio
para desnudar mi alma… desplegar
agresividad, ira, desconfianza, miedo, inseguridad, tristeza… conseguir
transmitir al público todo aquello que normalmente mantengo oculto tras el arco
superciliar prominente de mis cejas… y
aprender a “bailar” un Vals…
Nunca he estudiado arte dramático (salvo unas cuantas
sesiones cuando me saqué el título de Monitor de Tiempo Libre), pero siempre me
ha llamado la atención el trabajo de actor, y me había fascinado el coste que,
en ocasiones, había que pagar a cambio de resultar “realista” (inmersión total
en el personaje, Viggo Mortensen en “Alatriste” o “El Señor de los Anillos” Cristian
Bale en “El Maquinista”, Daniel Day Lewis en “Gangs of New York” o Heath Ledger
en “Batman”). En un momento de pánico le llegué a pedir a una compañera que si
notaba que mi comportamiento variaba en demasía, si me veía demasiado metido en
mí mismo, o irascible… me llamara la atención. Porque si lo que querían era ver
a un monstruo… lo iban a tener…
Ahora, tras dos meses agotadores de ensayos sacando tiempo de donde se
podía (gracias Mónica por la ayuda y comprensión), jornadas de 11 horas en el
colegio, carreras, enfados, inseguridades, consejos, improvisaciones, sesiones
de ayuda emocional, gárgaras con zumo de
naranja y miel, sorpresas inesperadas cinco
representaciones y unos cuantos cientos de espectadores (algunos de ellos
inesperados) sólo me queda dar las gracias a mi compañero Fernando, el
director, por insistir… porque debo reconocer que LO NECESITABA…
Necesitaba a recuperar esta intensidad en mi trabajo, volver
a creer en la educación no formal, volver a descubrir que todavía quedan
alumnos con inquietudes, volver a subirme a un escenario y, sobre todo, volver a sentirme vivo...
Porque, parafraseando a Faemino y Cansado al final del sketch de
“la pera Maria Elena”:
.".. ¡La Bestia era yo!…"
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